Durante muchos años busqué soluciones mágicas: LA actividad que me iba a cambiar la vida y el cuerpo para siempre, solucionar todos mis males (créanme, esta cabeza es un buena creadora de demonios que tengo que callar diariamente). Así fue como probé de todo: correr, pilates, boot camp, danza clásica, danza Graham, meditación, el Arte de Vivir, caminar, limpieza energética, tarot, bodytalk, bicicleta fija, bicicleta al aire libre, surf, dieta hiperproteica, dieta macrobiótica, dieta de Atkins, remo, psicología, equitación y la lista sigue…
En esta búsqueda inagotable había tres problemas:
1) Realmente buscaba una solución mágica, un click que me cambie todo. En mis momentos más desesperadas pensaba que ganar la lotería era LA solución a todo mi mundo. Ojo, no digo que no vendría bien pero seamos sinceros… mi alter ego torturador no se puede acallar con plata.
2) Toda actividad que empezaba quería volverme profesional el día 2. Si empezaba a correr, quería correr una maratón, si empezaba danza o yoga no me bancaba en lo más mínimo ser la principiante, quería que me salga todo ya. ¡Imaginense la frustración! Lo que quería era simplemente imposible y sólo lo hacía pensando en el resultado… lo de «disfrutar el proceso» me parecía una frase hecha.
3) Casi siempre la actividad elegida era porque a alguien le había funcionado y le había cambiado la vida. Adivinen qué: lo que le viene bien a alguien puede ser que para mi sea un desastre, porque cada uno es distinto. Como la comunicación conmigo misma, con mis instintos y mi placer estaba rota, nunca había buscado en mi qué es lo que realmente me daban ganas.
Después del shock emocional que tuve cuando nació mi hija (y si, para mi no fueron fáciles los primeros meses… y se sumó a situaciones profesionales no resueltas desde que me fui de Argentina y mi búsqueda eterna de hacer algo que me de placer),por primera vez en mi vida no tuve plan y casi que mi plan fue no tener plan. Para mi que siempre tenía pensado un plan B, C , D, etc. esta situación hubiera representado el pánico total.
Pero no, en este caso fue casi liberador. Tener una hija y con un parto que fue peligroso para mi (algo que jamás imaginé), terminó por despedirme de mi faceta de control freak que me acompañó tantos años.
Así fue como decidí solo observarme y naturalmente me fui acercando más a la cocina y la vida sana y terminé encontrando IIN que terminó de completar esta etapa de crecimiento y conocimiento que había estallado.
Les anticipo que esto de ser feliz es una decisión y un trabajo diario. Por supuesto que sigo teniendo mis altos y bajos pero esos bajos son mucho menos bajos que antes y la diferencia es que ahora sé qué botones tocar para parar ese proceso y salir de ese lugar.
La rigidez total es algo que no va conmigo. En cambio, adhiero totalmente a la regla del 80/20.
El 80% de mi vida hago todo lo posible por comer bien, hacer deporte y mantener una vida saludable y el otro 20% es la vida misma. La salida y el vinito, la cervecita de viernes pre-fin de semana, la fiaca en pijama un domingo por la mañana (¡hasta el mediodía o noche!), la hamburguesa de ese lugar que te copa… lo que elijas.